domingo

Es una cosa que tienes en la boca del estómago. A veces sube hasta la garganta, sin dejarte respirar, o tragar siquiera la saliva. Molesta. Pero es necesario tenerlo, ¿no? Los nudos, digo. Eso que hace que dos, o más cosas, estén juntas, pegadas, unidas, estrechadas, ligadas, acopladas, anudadas, anexadas, enganchadas, enlazadas, agrupadas, liadas, adosadas, aunadas, soldadas, fusionadas. Aunque otras te hacen la vida imposible, sin dejarte pensar, sin dejarte hacer nada racional y coherente, que sabes que es lo que tienes que hacer en ese momento. Pero o te pones a gritar, a chillar, a llorar, a reír, o te mueres porque no puedes hacer nadie puede absolutamente nada: te anula, y lo único que puedes hacer es dejar que deshagan otros el nudo, que te ayuden. Pero recibir ayuda si no quiere. Y yo quiero, quiero si esa ayuda me la da él. Si me deshace los nudos y me hace la rodada fácil. Quiero si él quiere, si me emborracha algún día y espera a que se me pase para subir a casa, si hace que me encapriche e ilusione de él todos los días, si me toma por una volá cuando me entran momentos de hiperactividad, si va a seguir diciendome calamar, contándome las estrellas que hay y qué punto cardinal indican, si me va a decir qué botón pulsar cuando pasemos por una depuradora, haciendo que sonría cuando le da por acelerar un poco más. Quiero si sigue así, haciéndome feliz.

1 comentario:

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