miércoles

Peldaños

Llega al ascensor y mira las llaves de casa. Le matan los pies: Malditos tacones, Señor. Piensa. Abrie la puerta, entra y ve su moño desaliñado, sus facciones cansadas y se acerca a mirarse, y no se cree cómo ha podido a llegar a estar así. Quizá ha sido el tipo de vida que ha llevado, sus problemas alimenticios y sus encuentros con el alcohol, ellos. Quizá su problema haya sido los hombres. El no saber decirles que no, el dejarse llevar.

Sube hasta el cuarto, y abre pesadamente de nuevo la puerta hasta salir al rellano, donde se encuentra bajando por las escaleras a un hombre. Un tipo algo extraño: ¿Vive aquí? Pasa un breve instante por su mente un recuerdo en un pequeño antro de París, donde ella estuvo con una amiga pasando unos días. ¿Era posible volverle a ver? Apenas había tonteado aquella vieja noche en la barra del bar, no menos ebria que de costumbre. Apartó la mirada, se cogió el bolso apretándolo contra sí misma y posó la llave en la cerradura. Una puerta verde, oscura, bonita aunque antigua acorde con el edificio. Giró la cabeza y él seguía ahí, en el último peldaño de ese tramo de escalera, mirándola. Esta vez no apartó la mirada.

-El cuello al descubierto en el mes de enero, no es muy aconsejable.
-¿Eres médico?
-No, sólo tengo sentido común.
-¿Quién eres?
-¿Quién quieres que sea?

Entonces apartó la mano de la cerradura, dejó caer las llaves con ellas el bolso también, apoyándose en la pared de su derecha, dejándose caer hasta llegar al suelo, donde sin volver a mirarle y lloró.

No hay comentarios:

Publicar un comentario